Cualquier empresa de limpieza en Madrid que trabaje en el aeropuerto puede informarnos de las dificultades técnicas de la limpieza de un avión.
Hace muchos años, limpiar un avión de unos 70 metros de largo podía llevar unas 14 horas de duro trabajo para el que se necesitaba un equipo de 12 personas. Ahora, gracias a las nuevas tecnologías, la labor se lleva a cabo mucho más rápido. Se utilizan unas mangueras robotizadas con presión de agua controlada por ordenador para no dañar el fuselaje. De esta manera, se elimina toda la suciedad de la parte externa, que no solo repercute en la estética o en la imagen de la compañía aérea, sino que contribuye a que la eficiencia aerodinámica sea óptima y el consumo de combustible también. Otro de los beneficios de este sistema es que se reduce la cantidad de agua utilizada.
Como podíamos esperar, las partes que más se ensucian en un avión son debajo del fuselaje, los marcos de las ventanillas y de las puertas, así como las llantas del tren de aterrizaje. Podréis notar si un avión se ha limpiado hace mucho o no, por lo limpias que estén las ruedas.
Antes de empezar a limpiar, se cubren todos los sensores del avión, los motores y otros elementos que no se puedan mojar. Después se lava con las mangueras y con productos especiales que no dañan la pintura. Una vez está recubierto del producto jabonoso, se pasan unos cepillos que arrastran la suciedad. Se riegan de nuevo con agua a presión para eliminar los restos de jabón.
Sin embargo, la limpieza más importante es la que se realiza después de la inspección de mantenimiento llamada «tipo C». La reciben todos los aviones del mundo. Se revisan exhaustivamente la estructura, los sistemas y las zonas interiores y exteriores del avión y, tras ella, el avión es revisado por inspectores externos, que deciden si el avión está en óptimas condiciones para seguir volando.