Según Collin Laverty, presidente de Cuba Educational Travel, «la demanda de viajes a Cuba se ha disparado y los viajeros estadounidenses son los mejores representantes de las creencias, ideas y valores de EEUU». Por ello, Laverty remarcó que el Gobierno de Trump «debería poner a las empresas y viajeros en posición de competir con la influencia china, rusa y venezolana en la isla».
La carta insta a Trump a avanzar en la retirada de exigencias burocráticas para facilitar los viajes a la isla caribeña y contribuir a la expansión del sector privado en Cuba.
En 2016 pasaron por la isla caribeña 284.937 estadounidenses, 74% más que el año anterior, según datos oficiales difundidos recientemente por las autoridades cubanas.
«Esperamos que la revisión de la política respecto a Cuba tenga en consideración las opiniones de una industria estadounidense que apoya 7,6 millones de empleos, la vasta mayoría de la opinión pública y al pueblo cubano por delante de unos pocos políticos en Washington», subrayó.
Esta solicitud se produce poco después de que el Gobierno de Trump señalara que está todavía inmerso en una «revisión integral» de su política con Cuba, pero que contará con «importantes diferencias» respecto a la de su predecesor, Barack Obama (2009-2017).
Especialmente mediante un «mayor énfasis» en los derechos humanos dentro de la isla, apuntó a comienzos de mes Francisco Palmieri, secretario adjunto de Estado de EEUU para Latinoamérica en funciones.
En mayo de 2016 partió el primer crucero a Cuba en más de 50 años, como parte del deshielo entre ambos países emprendido en los dos últimos años del mandato de Obama, y en agosto de ese año, salió el primer vuelo comercial desde el país norteamericano en medio siglo.
Durante los últimos dos años de su mandato, Obama amplió las categorías bajo las cuales los ciudadanos de su país pueden visitar la isla caribeña, adonde los estadounidenses siguen teniendo prohibido viajar como turistas en virtud del embargo comercial.